miércoles, 13 de abril de 2011

Meditación

Poco a poco van siendo más las personas que se unen al grupo de meditación de los martes. Me siento agradecida por tener el privilegio de participar en este bonito proyecto.
¿Qué puede haber más hermoso que compartir el silencio?

Cada vez son también más personas las que comienzan a darse cuenta de los beneficios que ejerce la meditación a todos los niveles: físico, mental y espiritual: aumentan las defensas del organismo, el sistema nervioso central se relaja y, por tanto, disminuye la ansiedad, los problemas de estrés, de falta de concentración, los trastornos del sueño... Favorece la capacidad de concentración, la presencia, la serenidad ante toda situación, la calma interior, la escucha atenta, la asimilación de los alimentos, el despliegue y desarrollo de nuestros potenciales, la creatividad, el buen funcionamiento de todo el organismo, la conexión con el espíritu...



Y nuestra investigación personal va calando hondo en nuestro desarrollo como seres humanos, pues poco a poco y cada vez más vamos conectando con nuestra verdadera Esencia, con la parte más auténtica de nosotros mismos, la que nos hace seres únicos, divinos, capaces de brillar con luz propia.

A medida que vamos meditando, aprendemos a relativizar todos los acontecimientos que nos suceden, no sintiéndonos tan involucrados con ellos, sino siendo capaz de tomar cierta distancia y vivirlos desde la posición del testigo, que sabe que no sólo es ese personaje que interpreta, sino una fuente inagotable de Amor y Compasión. La Consciencia que somos no nace ni muere; es eterna. No se encuentra dentro de los límites del tiempo y el espacio.
José María Doria, Director de la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal, y profesor mío, suele comparar la vida del ser humano con un río, que desconociendo su esencia, que es agua, se identifica con su forma de río que sigue su curso atravesando toda clase de parajes, algunos que facilitan el fluir de la corriente, otros vericuetos, zonas rocosas, estancamientos, cascadas... Al principio su fluir de río joven es saltarín, rápido y alegre, para poco a poco ir haciéndose más lento y caudaloso, hasta llegar a fundirse al final de su vida como río en el vasto océano.
El río no sabe que su esencia es el agua. Agua que un día ascendió como vapor desde el océano hasta el cielo, formando nube, que más tarde volvería a descender en forma de agua de lluvia a la tierra y que en algún momento, en el lugar adecuado, brotó de un manantial formando el río.
Pero si este río fuera consciente de su esencia como agua, lo que siempre fue y será, su fundirse al final de su vida con el gran océano sería para él éxtasis de placer y felicidad: un paso más, un nuevo proceso y no un final. Pues regresa a su hogar, el vasto océano, del que un día partió.

En la meditación conectamos con nuestra verdadera esencia, con la Conciencia, o el Ser o la Energía Universal... Se han dado muchos nombres a lo que el Tao se refiere como "lo innombrable".

En la meditación es importante mantener una actitud abierta, inocente, humilde. La actitud del que nada espera. No hay expectativas. No hay meditación "mala" ni "buena". Permitimos que se exprese "lo que es", "lo que hay", sin pretender cambiar nada; sin luchar contra los pensamientos, emociones o sentimientos..

"La meditación cultiva la aceptación incondicional enseñándonos simplemente a ser como somos, sin tener la necesidad de hacer nada en especial, sin aferrarnos a nada, sin tratar de tener buenos pensamientos o bien librarnos de los malos ni lograr un determinado estado mental."
"A través de la meditación uno trabaja directamente con sus estados mentales confusos, sin emprender cruzadas contra éste o aquél aspecto de su experiencia. Uno permite que las cosas se presenten tal cual son, sin tratar de mantener ni de eliminar nada, sin manipular en forma alguna la experiencia y sin tratar de acomodarla a ningún ideal. No existe modo más amoroso y compasivo de tratarse a uno mismo y de aceptar el abanico completo de nuestra experiencia, que abrirnos el espacio necesario para ser tal cual somos y dejar que las cosas se manifiesten sin detenernos en ellas y regresando a la simple presencia." 
(Psicoterapia en un contexto espiritual - Escuela Española de Desarrollo Transpersonal)

La meditación no es una tortura. De hecho, es todo lo contrario; Osho la considera como algo lúdico:


La meditación es LÚDICA

La meditación no es algo propio de la mente, sino algo que está más allá de ella. Y el primer paso es asumir una actitud lúdica frente a la medita­ción. Si tomas la meditación como al­go divertido, la mente no podrá des­truir tu meditación. Si no lo haces, la transformará en otro viaje del yo y te tornará muy serio. 

Comenzarás a pen­sar: "Soy un gran meditador. Soy más sagrado que el resto de la gente, mientras que todo el mundo es terre­nal, soy religioso, soy virtuoso." Es esto lo que les ha sucedido a miles de así llamados santos, moralistas, puri­tanos: solamente están jugando jue­gos del yo, sutiles juegos del yo.

Por eso quiero cortar esto de raíz desde el principio. Enfrenta la medi­tación con una actitud lúdica. Es una canción para ser cantada, una danza para ser danzada. Tómala como diver­sión y te sorprenderás: si puedes asu­mir en forma lúdica la meditación, és­ta se desarrollará a pasos agigantados.

Tú no estás anhelando logro alguno. Simplemente, estás disfrutan­do de sentarte en silencio, gozando el mero acto de sentarte en silencio. No se trata de que estés a la espera de al­gún poder yóguico o de mila­gros. Todo eso no tiene sentido: es la misma tontería de antes, el mismo viejo truco, pero con nuevas palabras, en un nuevo plano... 

La vida como tal debe ser entendida como un chiste del cosmos. Entonces, de repente, te rela­jarás porque no hay nada por lo que tensionarse. Y, en esa misma relaja­ción, algo empieza a cambiar en ti: hay un cambio radical, una transfor­mación. Y las pequeñas cosas de la vi­da comienzan a cobrar un nuevo sen­tido, un nuevo significado. 

Entonces, nada es pequeño, todo empieza a tomar un nuevo sabor, una nueva at­mósfera. Uno empieza a sentir una es­pecie de santidad por todas partes. Uno no se transforma en cristiano, no se transforma en hindú, no se trans­forma en mahometano. Uno simple­mente se vuelve un amante de la vida. Uno aprende una sola cosa: cómo go­zar de la vida.

Gozar de la vida es el camino hacia Dios. 

¡Danza tu camino hacia Dios, 
ríe tu camino hacia Dios, 
canta tu camino hacia Dios! 

            Osho


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