La importancia de las raíces
Todos sabemos que una planta solo puede crecer firmemente cuando sus raíces se encuentran sanas y bien introducidas en la tierra, absorbiendo los nutrientes que ésta le proporciona. Para el ser humano, sucede de igual manera. Sólo reconociendo y aceptando nuestro pasado, por difícil que nos parezca, podremos crecer en madurez y sabiduría, pues de otra forma, quedarán sombras y bloqueos que pueden impedirnos el sano fluir de nuestro curso por el sendero de la vida. Recordemos que nosotros, en este momento, somos el resultado final de una cadena de seres que nos han precedido, en los que nos apoyamos, consciente o inconscientemente. Nuestros ancestros perduran en nuestra memoria genética y su transmisión energética surte efectos, a veces, durante varias generaciones. Con la finalidad de caminar más ligeros y hacernos más conscientes, será bueno que hagamos una revisión de nuestro árbol genealógico, comenzando por los predecesores más cercanos: padres, abuelos, bisabuelos... y sus familias. Conociendo la historia de nuestras raíces, podremos comprender mejor la nuestra propia. Conociendo cómo fueron sus vidas (cómo amaron, sufrieron, se ocultaron, se mostraron, se relacionaron unos con otros, cuáles fueron sus creencias, sus costumbres, etc...) podremos entender mejor cómo se desarrollan las nuestras.
En la mayor parte de las culturas se ha venerado a los ancestros, especialmente en la antigüedad. En la cultura occidental, cada vez se profesa menos culto a los antepasados, por haberse vuelto la nuestra, una sociedad basada en el consumo y en el "hacer", en la tecnología y en "matar el tiempo", en lo vacío de contenido, en el ocio banal, en su mayor parte... Sin embargo, es importante que nos hagamos conscientes de la importancia de recuperar una costumbre tan sagrada como la de venerar a nuestros ancestros y respetar a nuestros ancianos, honrándolos como merecen, por el hecho de habernos precedido y habernos dado la oportunidad de estar vivos aquí y ahora.
Bert Hellinger, el creador de las Constelaciones Familiares, escribió obre la importancia de tener en cuenta este aspecto. En uno de sus libros "El Amor del Espíritu. Un Estado del Ser", desarrolla este tema explicando bien la importancia de conocer lo que él llamó "Los órdenes del Amor". Según Hellinger, en el seno de la red familiar, existe un orden inexorable. Cuando este orden es alterado, se producen conflictos que pueden perdurar durante generaciones, sin que ninguno de los miembros llegue a ser consciente de la causa de origen.
Los padres, dan; los hijos, reciben y darán, a su vez, a sus propios hijos. Así se produce una compensación, de arriba hacia abajo. Los padres dan la vida, los hijos la reciben y la dan a los suyos... Y así se van enlazando los eslabones de la cadena, como una esfera de oro que se va pasando de generación en generación, de padres a hijos. Los hijos debemos honrar a los padres por habernos dado la vida, aun a pesar de que lo difícil que pueda llegar a ser para algunos hijos el llegar a este estado de reconocimiento y honra. No se trata de aprobar el comportamiento que hayan tenido los padres, ni de juzgarlos por haberlo hecho bien o mal, sino de llegar a una comprensión profunda y a un perdón que nos libera de las cadenas del rencor y del desarraigo. Sólo perdonando (entendiendo perdón como estado de comprensión profunda) podemos llegar a sentirnos libres y a sanar también nuestros lazos familiares.
"Sólo quien también encara las fuerzas oscuras y asiente a ellas, se encuentra unido con sus raíces y con la fuente de su fortaleza. Tales personas son más que buenas o malas: están en sintonía con algo más grande, con su profundidad y con su valor."
Somos el extremo de una cadena. Existe un destino que nos conduce como el agua del río es conducida hacia la mar. "Tanto para lo bueno como para lo malo, nos hallamos expuestos a un destino incalculable que, independientemente de nuestra bondad o maldad, decide sobre nuestra muerte y vida, salvación y desgracia, sanación o perdición." "Yo no soy quien determina el destino, sino que es el Destino el que me determina a mi." Está en nosotros el hacernos conscientes de ello, el aceptar humildemente y dignamente nuestro lugar: el que nos corresponde, y no otro. Los hermanos mayores vienen primero, los demás, según el orden de llegada; orden que habrá de ser respetado y tenido en cuenta.
Cada persona, debe ocupar su lugar en la red familiar y todos y cada uno de los miembros de la familia tienen el mismo derecho a la pertenencia a ella. El rechazar a un miembro de la familia, tiene sus consecuencias ineludibles y en ocasiones indeseables. Todos tenemos derecho a la pertenencia.