Elena Carlota Fernández Barrera - Terapeuta Transpersonal - Valladolid ecarlotafb@gmail.com
sábado, 14 de mayo de 2011
viernes, 6 de mayo de 2011
Más sobre el enfoque transpersonal
Situación actual del ser humano en el mundo
Actualmente nos encontramos atravesando una etapa en la que nos damos cuenta de que el viejo modelo social, político y económico se desmorona. Es una etapa de deconstrucción de un sistema que se nos queda obsoleto para dar paso a la creación de un nuevo modo de vida. Este transcurso entre la agonía del viejo modelo y el nacimiento del nuevo, es un proceso doloroso, pues no olvidemos que no hay transformación que no conlleve dolor. Estamos atravesando, pues, una etapa de incertidumbre, de inseguridad, de temor ante un “incierto” devenir. Los efectos de esta transición los estamos observando en el aumento del paro, la crisis económica, la crisis de las instituciones y organizaciones políticas y sociales, de las relaciones, de los valores éticos y morales, etc.
Ante esta situación, es importante recordar la importancia de “adaptarse o morir”, de ir creciendo y amoldándonos a los nuevos tiempos, fluyendo con los cambios sin quedar estancados en un estado de bloqueo y sufrimiento.
“No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que mejor responde al cambio.” Charles Darwin
Durante mucho tiempo hemos buscado soluciones fuera de nosotros mismos: en las demás personas, en las creencias, en las instituciones… Hemos creído que cuando tuviera tal cosa, estuviera con tal o cual persona o cuando se diera tal o cual situación, estaríamos al fin “a salvo”, satisfechos y felices. Sin embargo, nos damos cuenta de que por más que busquemos la estabilidad y la plenitud en el exterior, nunca llegamos a alcanzar ese estado que tanto anhelamos. Al final, cuando conseguimos lo que creíamos importante para nuestro bienestar, nuestro objetivo se desplaza a alcanzar otra cosa, en una carrera irrefrenable, una huída hacia delante que no nos lleva más que a un sentimiento de frustración interior. Nos sentimos inquietos y siempre parece que nos falta algo.
Así las cosas, debemos plantearnos al fin la importancia de ahondar en nosotros mismos para conectar con nuestra sabiduría interior y desarrollar nuestras capacidades, de manera que el desarrollo de nuestro propio potencial pueda ayudarnos a desplegar nuestros mejores recursos ante el cambio inminente. ¿Qué podemos hacer para ello?
Ya los antiguos griegos nos invitaban a emprender una aventura de autoconocimiento; “Conócete a ti mismo”, rezaba un grabado a la entrada del templo de Apolo, en el Oráculo de Delfos. Este es nuestro reto.
¿Cómo hago para conocerme a mi mismo? En primer lugar será bueno que nos hagamos preguntas. Una pregunta fundamental es ¿Quién soy?... ¿Acaso soy ese conjunto de cualidades y defectos con los que me identifico? ¿O soy más que eso?...
Ya no se trata tanto de dar vueltas y vueltas al pasado o al subconsciente, sino de llegar a una comprensión profunda de nuestra realidad presente como seres humanos, de aprender a escucharnos, de darnos cuenta de nuestro actual estado, de cómo nos sentimos aquí y ahora, de aprender a desidentificarnos de nuestro “ego” o personalidad (máscara) y a conectar con nuestra Esencia más profunda, a reconocernos como manifestaciones del Ser, como seres creadores con inmensas y maravillosas capacidades. La Naturaleza de la experiencia humana es ilimitada y abierta. Si observas en tu interior, descubrirás que no hay nada a lo que puedas aferrarte.
“¿Eres tú quien está el Universo, o es el Universo el que está dentro de ti?”
Las terapias tradicionales no suelen abordar el aspecto espiritual del ser humano; sin embargo, el ser humano es un ser espiritual. Una de las razones es que en occidente hemos “ligado” espiritualidad a religión, siendo conceptos diferentes.
“No eres una criatura humana en una aventura espiritual, sino una criatura espiritual en una aventura humana”. (Theilard de Chardín)
“No eres una criatura humana en una aventura espiritual, sino una criatura espiritual en una aventura humana”. (Theilard de Chardín)
La palabra religión procede del latín religare = unir.
La religión la entendemos como un conjunto de creencias. En nuestro caso, a pesar de haber recibido una herencia cultural religiosa positiva en algunos aspectos, también estamos marcados por ciertas creencias religiosas inculcadas profundamente en nuestra cultura, como la culpa, el pecado original, el castigo eterno, el infierno…
Pero el hecho de no profesar ninguna religión no significa el alejarse de nuestro aspecto espiritual. Es importante saber distinguir entre ambos conceptos. Se puede ser religioso sin ser espiritual y ser espiritual sin ser religioso.
Mientras que religión se asienta en la mente, en el pensamiento, en palabras y creencias, por el contrario espíritu es corazón, intuición, silencio y hondura del sentir. En realidad si la religión separa a los seres por las ideas, el espíritu los une por el amor. Si la religión jerarquiza, el espíritu unifica. Si la religión tiene a Dios en propiedad, el espíritu Es en lo divino de la propia esencia. En realidad la religión nace tan solo para transmitir la vivencia espiritual original.
Mientras que las religiones hablan de amor, la vivencia espiritual realiza a éste en la anónima e infinita hondura de cada célula. Es por ello que una gran parte de seres humanos habitantes de países desarrollados, comienzan a valorar todo aquello que los puede conducir hacia la experiencia espiritual. Los nuevos buscadores ignoran a los neopredicadores y a los credos, por muy pulidos que estos se presenten. Y poco a poco también ignoran los templos en los que se proclaman los discursos del Buda o del Cristo con toque exótico y traducción simultánea.
Bien cierto es que todos merecen el máximo respeto, los unos y los otros. Todos responden a una edad evolutiva, a una parte de la propia mente, a un íntimo proceso, a un brote de la vida inteligente, sin embargo nos recreamos en discernir lo efímero del pensamiento dual, y lo Real que supone el infinito y despierto sosiego del océano Transpersonal.
J.M. Doria
La meditación nos conduce a darnos cuenta de nuestro programa mental, a tomar distancia del personaje que representamos, a conectar con nuestra Esencia más profunda.
Ser compasivos y amorosos con nosotros mismos. Abandonar el constante juicio y la autocrítica destructiva; ser amables con nosotros mismos; comprendernos, aceptarnos y amarnos tal como somos, sin pretender ser diferentes. Aceptarnos con nuestras luces y nuestras sombras.
Un gran porcentaje de nuestra personalidad está determinado por la carga genética; esto nos hace plantearnos hasta que punto somos tan responsables de lo que nos sucede… Comprendernos como partes de un Todo, de un propósito Universal, como células de un gran corpus cósmico.
No solo somos lo que creemos ser. Nos hemos identificado con un personaje, con una serie de cualidades y defectos que, al parecer, nos definen. Estos rasgos hemos ido adoptándolos a lo largo de nuestra vida a partir de “etiquetas” que nos hemos ido y nos han ido colocando. ¡Cuidado con el empleo del verbo “ser”, que puede hacer estragos!”. Comentarios del tipo “esta niña es una desordenada sin remedio”, “este chico es un desastre; no llegará muy lejos”, “eres un inepto para la música”, etc. Nos han ido formando una imagen de nosotros mismos, en la mayoría de los casos muy limitante; nos parece imposible llegar a cambiar. Sin embargo nada es estable, permanente, inamovible; nada permanece quieto. Todo en el Universo está en continuo y permanente movimiento. Todo crece, evoluciona, fluye como el agua del río hacia el océano… y el ser humano también. Pretendemos aferrarnos a una imagen determinada de nosotros mismos para tener una sensación de identidad, pero esta imagen no deja de ser un constructo mental, no algo real, sólido y estable.
Aprender a comprendernos y perdonarnos por nuestros errores. Los errores los cometemos por ignorancia. Los errores son una oportunidad de aprendizaje. “errare humanum est”. Todo lo que nos sucede, por terrible que pueda parecer, esconde un profundo propósito de amor. Solo a base de errores aprendemos y evolucionamos. No entender los errores como fracasos y sentirnos por ello derrotados, sino como oportunidades de crecimiento. Debemos comprender que los hechos no son ni buenos ni malos, sino neutros. Somos nosotros, desde nuestra visión dualista de la realidad los que los interpretamos como tales. Nuestra mente racional (hemisferio izquierdo) divide, segrega, analiza, califica… Aprendamos también a desarrollar nuestra parte holística, integrativa, asociativa, intuitiva (hemisferio derecho)… la que nos lleva a conectar con esa totalidad a la que intrínsecamente pertenecemos, a diluirnos en el flujo de la conciencia universal, a tomar contacto con esa otra dimensión a la que también pertenecemos… En realidad existen muchas otras dimensiones a las que podemos acceder a medida que vamos ascendiendo de nivel de conciencia.
Relaciones. ¿Qué tipo de relaciones queremos vivir? ¿Deseamos vivir una relación de dependencia emocional, o bien estamos preparados para compartir siendo emocionalmente independientes? ¿Deseamos vivir como “medias naranjas” o como “naranjas completas”?
Comprender la importancia de crecer en la relación, de dejar espacio al otro, de respetar profundamente esos espacios necesarios para cada ser humano; necesarios para el encuentro con uno mismo, espacios de silencio, de sereno compartir, de apertura, de expansión…
Comprender que el otro es un espejo en el que vemos reflejada nuestra propia sombra. Por eso a veces nos sentimos tan atraídos por personas que representan algo que, al parecer, a nosotros nos falta. Es esa cualidad que no hemos desarrollado nosotros mismos, que mantenemos oculta, en nuestra sombra, y que el otro encarna de esa manera tan fascinante para nosotros.
Es importante darnos cuenta de estas atracciones y saber qué es lo que está sucediendo detrás de ese “deslumbramiento”. ¿No será que estoy viendo en el otro algo que no veo en mi?...
Sabemos que pasado un tiempo – un breve periodo de tiempo – esa fascinación, ese enamoramiento va diluyéndose y entonces nos encontramos con un ser humano, con sus luces y sus sombras, sus defectos y virtudes. Las relaciones pueden ser una oportunidad de crecimiento.
Lo masculino y lo femenino
Es importante aprender a manejar las energías masculina y femenina en nosotros mismos; saber cómo funcionan una y otra para poder gestionarlas bien en nuestras relaciones. Poder llegar a equilibrar ambas en mí mismo es fundamental para alcanzar la madurez como ser humano.
El o la terapeuta, como dicho, acompaña al ser humano que se adentra en esta apasionante aventura del guerrero o de la guerrera; esta aventura de autodescubrimiento. La misión del mismo será guiarlo a través de los distintos tramos a recorrer, encendiendo una luz donde antes había sombra, para que el guerrero pueda verse en todos sus aspectos, reconocerse y atravesar los tramos hasta alcanzar el gran tesoro que se oculta en el interior de su corazón.
Etiquetas:
autodescubrimiento,
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Terapia Transpersonal
martes, 3 de mayo de 2011
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